En medio de la locura del verano, efímero pero intenso en estas partes del mundo, encontramos el Kew the Music, un festival de música en el Real Jardín Botánico de Kew (o como lo conocemos acá, Kew Gardens). El espectáculo, que dura siete días, convoca a distintos artistas de varios géneros para que se presenten en un ambiente familiar -picnic de por medio-, en los monísimos y famosos jardines que han visto pasar, durante sus casi 300 años de historia, a más de un centenar de reyes y figuras prominentes de todo el mundo.
El anfitrión de la velada, un hombre de pantalones blancos y chaqueta azul, que parecía una mezcla entre capitán de yate y presentador de concurso de belleza, nos condujo por los distintos actos que nos tenía preparada la tarde (además de compartir con nosotros los últimos resultados de los deportes) con la actitud cálida y confundida de quien no suele presenciar -¡menos conducir!- este tipo de eventos.
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La edición del sábado comenzó de la mano del poderoso trío psicodélico Du Blonde, liderado por la joven Beth Jeans Houghton, que nos cuenta historias de cuando su vida era un desastre, allá por los 27 (cabe destacar que ahora tiene 29) y agradece entre tema y tema a la vez que hila historias sobre su trabajo de oficina.
Beth domina al público, saluda a sus amigos, y mantiene la atención de la masa con su voz envolvente, grave y calma, que recuerda a la blonda Nico pero del siglo XXI.
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Al primer acto le sigue el regreso de una figurita clásica del britpop inglés que no supo salir de la isla, Sleeper. Reunidos después de veinte años, el grupo se veía igual de cómodo y vibrante como siempre y no perdió la oportunidad de compartir con el público -que contaba con fanáticos de la primera ola- varios de sus hits, acompañados de algunos covers para despertar el interés de los recién llegados.
El público, harto variopinto incluso para un festival de música, oscilaba entre los 10 y los 65 años, pero a todos nos congregaba un mismo sentimiento: las ganas de pasarla bien al aire libre, comer algo rico rodeados de amigos y escuchar un poco de buena música.
Promediando casi las nueve de la noche, llegó el gran momento. El acto final de una tarde plagada de sonidos y sabores, la presentación que daba cierre al dia. Nuevamente, el presentador con papelito en mano comparte sus notas de Wikipedia sobre la banda y se retira, entre aplausos irónicos y sentidos, para dar comienzo al show. Hasta ahora, todas las bandas se presentaron a escenario pelado, look de domingo a la tarde (aunque fuera sábado), y actitud distendida.
A esta altura, ya estábamos todos pegados a la valla (en el sentido más inglés de la palabra: cada uno respetando el espacio personal ajeno). Después de unos minutos de expectativa y arengue, vemos salir a Garbage.
Duke, Steve, Eric y Butch, todos con su clásico look “elegante sport”, aunque ahora un poco más viejos. Atrás, ella: hermosa, radiante y particular como siempre. Su estilo fue cambiando y poniéndose cada vez más excéntrico con el correr de los discos y los años, pero la esencia fue siempre la misma, la de una diva del pop/rock con una actitud avasallante. La combinación perfecta entre la fragilidad y el “no me como una”. Su look de la noche está a la altura de su imagen: una chaqueta plateada de corte irregular -diseño que evoca una mezcla entre Bjork y Vivienne Westwood- con un vestido suelto, medias largas con lunares y media cabeza rapada. Shirley saluda y arrancan.
La hora y media de show nos hace un recorrido por toda su carrera. Empezamos arriba con “Control” y “#1 Crush”. Todos bailamos lento y agitamos la cabeza, Shirley salta. Steve castiga la guitarra negra brillante con estilo. Duke sonríe debajo de un elegante sombrero. Los vemos maduros, decididos, pero con la energía de siempre. Luego de saciar la ansiedad de los jóvenes con unos temas más “nuevos” escuchamos el loop de batería de “Train in Vain” de The Clash y todos sabemos lo que viene. Miro bailar a mi acompañante (y fotógrafa improvisada), mis piernas se mueven solas y me transporto a mi adolescencia. Ya me compraron. Los fanáticos más viejos, que quizás no estaban tan al dia con lo nuevo de la banda, corean desaforados “Stupid girl, all you had you wasted, all you had you wasted” y ya estamos todos flotando en la misma nube.
El carisma de Shirley nos mantiene hipnotizados. Ella, con su clásica actitud punk/feminista, hace unos chistes “respetuosos” sobre el presentador, nos habla de cómo el mundo está cambiando y hasta deja de cantar para preguntar si está todo bien entre un grupo de chicas a la derecha del escenario. “Las estoy cuidando”, les dice. Morimos de amor. Shirley, la diva andrógina y eterna, nos recuerda que las mujeres somos fuertes, que debemos ser sororas.
A “Stupid Girl” le siguen los clásicos “Temptation Waits” y “Wicked Ways” (mezclado con “Personal Jesus” de Depeche Mode) de su disco “Version 2.0” que cumplió nada menos que 20 años en 2018 y disparó una gira de 17 fechas por los Estados Unidos.

Shirley Manson,
Garbage
La noche no deja de alternar entre temas viejos y canciones nuevas, y ya todos saltamos igual. Los más viejos con nostalgia (y un poco de dolor de espalda) y los jóvenes con la emoción de estar viendo -quizás por primera vez- una de las bandas más importantes de ambos lados del charco (no olvidemos que, si bien la banda es americana, Shirley es escocesa). Ya está bajando el sol y Shirley nuevamente interrumpe el cancionero para dirigirse a nosotros y nos señala el atardecer. Nos habla de esta hora mágica, cuando el sol y unas pocas nubes decoran un cielo rosado que se va oscureciendo. La hora perfecta para una foto. Entonces le pide a alguien de su lado del escenario que retrate el momento. Levantamos todos los brazos con la esperanza de ser protagonistas de algún comentario futuro cuando los Garbage repasen la imagen. Sigue la música.
Después de algunos temas mas, Shirley decide atacar de nuevo con la hipótesis de “si no te gusta el tema que viene, entonces sos de los ‘fanáticos casuales’ de la banda”. Ah, bueno. Todo un desafío. Empieza “Bleed like me”, y algo de razón tiene. Un tema algo atípico… una canción tranquila que llegó luego del primer hiato de la banda, provocado tal vez por un poco exitoso tercer disco.
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Garbage cierra con hitazos, se despide y el público, insaciable como siempre, le pide más. Shirley nos agradece de corazón, nos cuenta que no van a volver a Londres en lo que queda del año y nos pide perdón por ser tan impredecibles (la banda tiene una “tendencia” a separarse cada tanto o dejar de tocar en vivo). Nosotros entendemos, pero le pedimos el clásico bis al que ninguna banda puede negarse. En el ínterin, tenemos tiempo suficiente para encender un pucho y mirar el teléfono, y volvemos a bailar. “When I Grow Up” cierra la velada. Un himno sobre como todos creemos que ser grandes es distinto, que la madurez y la estabilidad vienen con los años… y por un momento, volvemos a ser esos chicos de 14 y 15 años, escuchando Garbage por primera vez, pensando en lo difícil que es ser diferente y cómo cambiará todo cuando seamos adultos.